
Junk Food, o su equivalente en castellano a “comida basura”, copa desde hace años los diálogos y los estómagos de miles de personas en todo el mundo. Pero ¿realmente sabemos a qué nos referimos con este término?. Muchos dirían que son los alimentos como las hamburguesas y las pizzas de conocidas franquicias americanas de comida rápida, o fast food, ya que en mi opinión y espero en la de todos los europeos, como inventores del restaurante, no deberíamos asociarlas a lo que nosotros llamamos restaurantes, por tanto lo dejamos en franquicias americanas.
Este concepto tan arraigado ya en la sociedad y asumido como parte de la propia cultura alimentaria local, no deja de ser un gran problema en la salud poblacional.
Cada vez más el consumo de este tipo de alimentos se ve incrementado, y con mayor acento en la población infantojuvenil. Según datos de la EAE Business School del pasado año 2016, el consumo de comida rápida en España crecerá un 50% los próximos años. Según la EAE, de media cada español gasta al año 42,61€ en este tipo de comida. Este estudio aunque no deja de ser de tipo financiero, sus cifras nos dan una muestra de cómo nos alimentamos, y en consecuencia desde un punto de vista sanitario, cómo y hacia qué dirección va a evolucionar nuestro estado de salud.
Alguien podría plantear la siguiente pregunta, ¿por qué denominamos a este tipo de comida como basura?. Bien, la respuesta nos une en consenso a todos los profesionales de la salud, este tipo de comida está repleta en su composición y en altos niveles, de grasas saturadas e hidrogenadas; aquellas que nos suben el colesterol malo, azúcar y gran ausencia de minerales, vitaminas y fibra. Por tanto está muy lejos de ser comida saludable.

Mi reflexión ante este panorama y viviendo en el Mediterráneo, con lo que conlleva a nivel de cultura alimentaria es, ¿qué estamos haciendo mal en la sociedad para dejar de lado lo que en otros países enmarcan como la mejor dieta del mundo?.
En mi opinión creo que hemos dejado de mirar atrás, de pararnos y observar todo aquello bueno y favorable que hemos tenido siempre en nuestra tierra. Una tierra sembrada de huertas que debemos de ver cómo nuestra Terra Mater, deidad que los romanos asignaban a la Tierra, y no tanto como un parque temático al que llevar los niños un sábado por la mañana. Debemos recuperar nuestra cultura alimentaria y trasmitirla como un valor social y cultural, como hacían nuestros ancestros. Y sólo de este modo lograremos ofrecer una herencia repleta de salud a las poblaciones futuras.
Sandra Amores Alandí
Nutricionista
sandra.a.nutricionista@gmail.com